¿Por qué engordamos? Conozcamos un poco nuestra historia...

Decir que el Homo Sapiens es una especie más de entre las miles que coexistimos en el planeta azul puede parecer una obviedad, y sin embargo no es algo cierto. Debemos tomar cuenta de que es una especie extraordinariamente singular: tiene una doble capacidad de adaptación. Por un lado, tuvo una evolución biológica, lenta y gradual o a "saltos" según a qué autor nos refiramos, que lo hizo adoptar la posición erguida con todo un elenco de transformaciones y posibilidades que se conocen bajo el epígrafe de "proceso de hominización", y de entre los que destaca el manejo de los miembros superiores, ya liberados del apoyo, para el manejo de herramientas, así como el enorme desarrollo de la capacidad para el lenguaje. Pero lo más importante fue nuestra capacidad de crear cultura, y sobre todo, de transmitirla generación tras generación.

Una de esas "adaptaciones" a la última glaciación que sufrió el planeta, y que se tradujo en la necesidad de efectuar largas travesías en busca de los animales que buscaban pastos más al Sur en épocas frías, fué precisamente la de incorporar grasa a nuestro organismo como elemento de reserva para soportar migraciones de miles de kilómetros. Nuestro carácter itinerante en aquellos tiempos nos impidió desarrollar la conservación de los alimentos y el transporte de los mismos, de modo que, de alguna manera, el proceso adaptativo incluyó el "llevárnoslo puesto" en forma de tejido adiposo de reserva. La selección natural hizo el resto, favoreciendo a aquellos individuos que más y mejor incorporaban grasa a sus tejidos.

Y algo que en una época fue vital para sobrevivir como especie, con el desarrollo de las tecnologías como elemento cultural de los últimos milenios, y que ha dado lugar a la sobreabundancia de alimentos, se ha vuelto un acicate a nuestra salud.

Desde estas líneas queremos invitar a nuestros webnautas a que tomen conciencia y pongan remedio en forma de "cultura", la misma que han de transmitir a sus hijos, en forma de hábitos higiénico-sanitarios, para que crezcan sanos y con un índice de masa corporal adecuado que no acabe en una situación de sobrepeso cuando sean adultos.

Las numerosas estatuillas de esos tiempos remotos reflejan un perfil de individuo considerado como ideal: mujer de caderas anchas y gran acúmulo graso, muy apta para la reproducción, las largas migraciones y la posibilidad de hambrunas por escasez puntual de alimento. Hoy las circunstancias han cambiado, y debemos utilizar nuestra capacidad de raciocinio para evitar la comorbilidad que conlleva la obesidad.